lunes, 18 de mayo de 2009

Retomando la filosofía latinoamericana

Frente al problema actual que nos asecha a los estudiantes de filosofía resididos en América Latina, sobre si existe o no una filosofía propia...

Para resolver esta interrogante hubo varios pensadores que se dieron la tarea de resolver este problma ontológico, entre ellos Francisco Miró Quesada con su obra "Despertar y proyecto del filosofar latinoamericano"

Elaboré este resumen tratando de sintetizar las ideas de este filósofo peruano, espero y les sea de utilidad.

Resumen del texto de Francisco Miró Quesada “Despertar y proyecto del filosofar latinoamericano” (Historia de las Ideas en América, Fondo de Cultura Económica, México.) por Juan Carlos Bragado Castillo
Estudiante de Filosofía e Historia de las Ideas
Universidad Autónoma de la Ciudad de México.
JohannKarl88@hotmail.com

1) La Gran Ruptura.
La condición necesaria para comprender el proyecto latinoamericano de filosofar es percatarse de su curioso nacimiento. El filosofar latinoamericano empieza a ojos vistas. Nace delante de todos, desnudo y flaco, como un huérfano desvalido. Su origen es incierto, no sabe a quien acudir, ni siquiera tiene parientes pobres que lo recojan. La verdad es que nacemos solos. Nacemos por que nuestra América ha crecido, ha evolucionado. Y como un resultado de este crecimiento, empezamos a tomar conciencia de nosotros mismos. Filosofar sin una tradición es imposible. La filosofía es comprensión espiritual y la comprensión espiritual sólo puede hacerse, aunque trascienda la historia, desde una perspectiva histórica.
La situación del nacimiento del filosofar latinoamericano es pues sui generis. Es, en cierto sentido, una situación de negatividad, de carencia. La filosofía, propiamente hablando, no nace. Se transmite de generación a generación, se desplaza arrastrada por las corrientes profundas de un mar insoldable.
2) La Vivencia del Desenfoque.
La filosofía no puede comprenderse sin una tradición, sin haber vivido su historia, sin sentirla en cada párrafo, en cada línea, en cada palabra de lo textos estudiados. Los primeros profesores de filosofía que quisieron verdaderamente enseñar filosofía en nuestra América, es decir nuestros patriarcas, no comprendieron lo que enseñaban, pero no debe interpretarse mal en el sentido de nuestra afirmación. Se trata de expresar una situación cultural única en su especie. Los patriarcas no entendieron lo que enseñaban por que no podían entenderlo, y lo leyeron en esa forma por que no pudieron leerlo de otra manera, no conocían los sistemas filosóficos imprescindibles, así el prurito de novelería que caracterizaba el despertar intelectual de América Latina.
Se trata pues, de dar a conocer dos tipos de comprensión: La comprensión inmediata y formal y la comprensión total del sentido expresado.
El tipo de comprensión formal es fácilmente descriptible. Dado un lenguaje cualquiera, cualquier persona, aunque pertenezca a una cultura totalmente ajena a su raigambre significativa, puede comprenderlo, aplicando el conocido método de la traducción directa.
El segundo tipo de comprensión, la comprensión que trasciende la significación formal debe denominarse “comprensión de caladura. Podríamos emplear el término “entender” al acto de comprensión estructural y “comprender” al acto de comprensión de caladura. Los patriarcas entendieron la filosofía que profesaron, pero no la comprendieron.
Para el filósofo europeo que estudia a otro filósofo europeo, entender ha sido siempre comprender. La comprensión estructural ha sido uno de los elementos especiales de la comprensión de caladura, al estudiar una filosofía europea cualquiera, lo hace sumido en el ambiente mismo que permitió la formación de la filosofía que estudia. Los primeros latinoamericanos que se dieron a la actividad de filosofar, pudieron entender lo que leían. Pero no pudieron darse completamente cuenta de que no lo comprendían, no tuvieron una clara conciencia de lo que sucedía. Los fenómenos culturales, como los individuales, se viven primero y después se interpretan. El primero y más significativo de todos, es lo que podríamos llamar la “vivencia del desenfoque”.
Es la vivencia ingenua, no reflexiva, producida por la imposibilidad de calar en las verdaderas significaciones por falta de una tradición. Toda la actitud filosófica de los pioneros se reduce a una inmensa tensión hacia Europa, toda la enseñanza de la filosofía, tuvieron sus sustento en la actualidad europea.
La comprensión estructural ya no se basta en si misma. Empieza a vivirse con intensidad el estado de carencia radical de nuestro filosofar, se comienza a experimentar la situación esencial de nuestro filosofar, la dificultad que significa llegar a comprender verdaderamente una gran producción filosófica. Se empieza a comprender que se estaba viendo a la filosofía europea en doble imagen. Desenfocada, y surge la gran decisión de empezar a ajustar el objetivo para hacer que las dos imágenes coincidan y obtener al fin la nitidez. La vivencia del desenfoque, conduce necesariamente a otra vivencia: la “exigencia” de seriedad.
3) La Recuperación Anabásica.
El dramático esfuerzo para pasar de la comprensión estructural a la comprensión de caladura, constituye lo que hemos llamado “la recuperación anabásica”. Recuperación por que todo esfuerzo está dirigido a recuperar la tradición perdida, por que para lograr esta recuperación el latinoamericano se ve obligado a remontar a la corriente de la historia.
Para comprender a los filósofos europeos contemporáneos, se ha visto obligado a comprender a sus antecesores inmediatos. Y así hasta el origen. El pensador latinoamericano se ha visto prisionero en una cadena transitiva, sumido en una lucha para conquistar la irreversibilidad del tiempo. Esta situación anómala del latinoamericano es una situación histórica radicalmente diferente de la del europeo, y en general de los hombres pertenecientes a otros medios. El europeo, como todo hombre sumido en una cultura sin rupturas, se instala en la plenitud de la corriente histórica y la sigue con naturalidad y sin apuro.
El latinoamericano está en la dirección opuesta. Su pensamiento angustiado por la necesidad de comprender a su contemporáneo europeo, se ve obligado a asumir una dirección artificial. No es un pensamiento de arribo, sino de retroceso. La recuperación se hace así en dos etapas: la primera es la reconquista de la modernidad, la asimilación de las condiciones inmediatas de la comprensión de Occidente, la segunda es la recuperación de la antigüedad, de las condiciones mediatas y últimas de esta comprensión. La exigencia de recuperación, el anhelo de instalarse en una corriente histórica descendente llega a ser tan agudo en el latinoamericano, que empieza incluso a aplicarse a su propia realidad, para recuperar la propia tradición filosófica, los latinoamericanos empiezan a escribir obras sobre la historia de las ideas de sus propios países y presentan a las nuevas generaciones un panorama completamente insospechado.
4) Los dos momentos de la recuperación: instalación en la historia y tecnificación humanista.
Desde los patriarcas, hasta nuestros días, han transcurrido apenas tres generaciones. El primer brote de enseñanza filosófica sería, surge con los patriarcas. La vivencia del desenfoque se origina en los primeros discípulos, y son ellos mismos los que tratan de superar la mera comprensión estructural y llegar a una comprensión de caladura. La recuperación anabásica se inicia con ellos, y son, en consecuencia ellos, los que dan su sentido original al movimiento filosófico latinoamericano. El movimiento recuperativo tiene así tres momentos. Un momento inicial, representado por la generación de los patriarcas, que se caracteriza por ser un brote aislado y espontáneo de pensamiento filosófico, por una comprensión estructural de los textos y por una vaga noción de desenfoque. Un segundo momento, representado por la generación intermedia, en el que realmente empieza a desarrollarse un movimiento propiamente filosófico. La generación intermedia vive en su juventud con apasionada intensidad de la experiencia del desenfoque y comprende que la única manera de superarla es recuperar la tradición histórica de que carece. Inicia así la recuperación anabásica y gracias a su esfuerzo instala al pensamiento latinoamericano en la historia del pensamiento occidental. Pero a pesar de su esfuerzo extraordinario, no puede lograr una recuperación total. Tiene que aprender los idiomas en que se desenvuelve la gran tradición filosófica, asimilar que inmensa cantidad de teorías y doctrinas, ser capaz de orientarse dentro de una adecuada perspectiva histórica, ofrece a sus discípulos en panorama históricamente estructurado. Pero todavía quedan algunas tareas por cumplir. Una de ellas es la tradición humanista en el sentido más auténtico de la palabra. Y al lado del campo filosófico nos encontramos con el campo científico, especialmente el científico-natural, cuya relación con la temática filosófica. Para llegar a la comprensión máxima de los grandes temas de la filosofía clásica, es menester comprender las razones que llevaron a los grandes pensadores a plantear su problemática, y en muchos de ellos estas razones pueden comprenderse en la profundización de algún tema filosófico. La formación filosófica clásica exige por ello formación científica. Ya no se trata de un humanismo en el sentido de una amplia y bien cimentada cultura general. Retrata de un humanismo técnico, que para ser adquirido requiere de una vigorosa especialización, se trata de un verdadero proceso de tecnificación.
Las consideraciones anteriores tienen sólo una significación esquemática. La estratigrafía cultural no puede reducirse jamás a una estratigrafía geológica. La enorme complicación de los complejos sociológicos hace imposible deslindar con tal precisión los causes generacionales.

5) El Proyecto latinoamericano de filosofar como decisión de hacer filosofía auténtica.

Gracias al movimiento recuperativo, el latinoamericano va adquiriendo en forma progresiva una visión de la historia de la filosofía occidental que se hace cada día más amplia y profunda, logra penetrar en forma cada vez más honda en el pensamiento de la actualidad europea. De proyecto meramente recuperativo se va transformado en proyecto de participación. Insensiblemente se va formando en la mente del filósofo latinoamericano la convicción de que la recuperación no puede tener un sentido en sí misma sino que debe considerarse más bien como un estado preparatorio, como un primer y necesario paso para llegar a la creación de una auténtica filosofía. La decisión de recuperar la perspectiva histórica para lograr la comprensión cabal del pensamiento filosófico europeo, exige por un proceso interno de maduración orgánica, la constitución de un proyecto que supere y trascienda la mera comprensión. El movimiento recuperativo significa por eso la gestación de un proyecto de trasfondo que, en último término, es el que permite comprender su verdadero sentido, es necesario situarse nuevamente dentro de una perspectiva generacional. Cada generación permite comprender a las demás, y por eso mismo, sólo a través de todas ellas puede captarse el hilo profundo que unifica sus respectivos aportes.
Cuando los patriarcas empiezan a enseñar filosofía no imaginan siquiera que en América Latina pueda surgir un verdadero movimiento filosófico. La filosofía europea se les presenta como un hermoso aspecto de la cultura occidental que ellos deben asimilar y difundir, pero, como todo lo que viene de Europa es un producto de importación, un producto que la industria nacional no tiene siquiera la pretensión de imitar. Ante ella no nos queda sino admirarla y tratar de aprenderla. Enseñarla en las universidades será el máximo progreso, contribuirá al engrandecimiento de nuestra América, que ha vivido en el oscurantismo durante la Colonia y durante el primer sigo de su independencia. Así, los patriarcas con humildad y reverencia, empiezan a enseñar la filosofía europea contemporánea. Su ideal, difundirla, aumentar la riqueza espiritual de sus países y de su continente. Su afán, tratar de comprenderla en sus aspectos más comprensibles. Pero los primeros discípulos, que reciben estas enseñanzas, pertenecen a otra generación y representan un nuevo impulso y una nueva ambición.
Empiezan a comprender a la filosofía occidental desde adentro. Y al enfrascarse en el proceso, llegan a sentirse partes integrantes del proceso que conduce a la gran producción que tanto admiran. Llega un momento en que sin darse plenamente cuenta, empiezan a vivir su proyecto: filosofar auténticamente.
La generación intermedia es por eso la gran responsable. Con ella la filosofía latinoamericana despierta y se constituye en proyecto. Por eso la generación intermedia merece ser llamada la “generación forjadora”. El proyecto emerge a la claridad y se constituye en tarea generacional. Cuando los hombres de la generación intermedia empiezan a madurar, empieza también a pensar muy seriamente que América Latina tiene posibilidades filosóficas.
El interés y la hondura del proyecto residen en que no se trata de hacer una filosofía sino de hacer posible una filosofía, verdaderos discípulos de los patriarcas. Aceptan como ellos la primacía de la filosofía europea su asimilación es esencial por que ya no lo ven como un producto acabado sino como un hacerse, la esperanza de un futuro en el que se pueda realizar el mismo proceso creador que realizaron los europeos. El proyecto latinoamericano de filosofar surge así como un proyecto de preparación.
La generación forjadora crea el proyecto y concibe la filosofía latinoamericana como el resultado de un largo esfuerzo de maduración, como una meta que debe ser alcanzada en el futuro. La respuesta que tiene que dar la tercera generación, es, pues, inevitable. La generación de los patriarcas vivió en una atmósfera de ingenuidad. Se enamoró de la filosofía europea y decidió predicarla. La generación forjadora recoge el mensaje de los patriarcas, lo asimila, lo intensifica. Y al profundizar ambiciosamente en el rico universo que habían revelado ante sus ojos, adquiere conciencia de una situación completamente nueva. El pensador latinoamericano termina la época idílica para entrar en la época de la autoconciencia, de la tensión y del esfuerzo. Y todos sus afanes están dirigidos hacia la gran meta: el advenimiento del filosofar auténtico. La generación forjadora creó su propio destino. La generación joven ha recibido su destino y todo se ser está en juego, todo su ser depende de la manera como ella resisa al llamado.
El pensamiento latinoamericano adquirirá autenticidad cuando sea capaz de lograr una comprensión de caladura. Filosofar auténticamente es pues, en un primer sentido “comprender auténticamente”. Y comprender un texto significa darse cuenta de aquello que el autor dice en el texto, es interpretar y dilucidar el sentido del texto escrito. En una palabra para comprender un problema filosófico es necesario pensar filosóficamente. Mas si se trata de comprender un problema planteado por determinado filosofo, es necesario pensar filosóficamente de la misma manera como pensó dicho filosofo, porque sólo así podrá comprender los motivos que lo llevaron a la solución expresada.
Todo comprender en así un re-pensar y todo re-pensar es un pensar por sí mismo. El re-pensar autentico nos lleva así al pensar auténtico, es decir, la solución motivada de los problemas que hemos descubierto en el pensamiento re-pensado. Filosofar auténticamente significa en esta segunda etapa ser capaz de plantearse los grandes problemas filosóficos de la misma manera como han sido capaces de planearlos los europeos, y avanzar soluciones o ensayos de solución, de similar envergadura y alcance. La originalidad del filosofar latinoamericano se concibe como la culminación de un largo proceso asimilativo, como el resultado personal inevitable a que tiene que llegar quien ha comprendido hasta sus últimos fundamentos el pensamiento filosófico en su expresión histórica.

6) El complejo de inferioridad

El pensador latinoamericano de la segunda generación decide profundizar los conocimientos enseñados por los patriarcas para poder llegar a captar su último sentido. El primero y más fundamental de estos horizontes, es el horizonte histórico. Pero dado su falta de comprensión de caladura carece de perspectiva debido a una serie de limitaciones culturales inherentes al medio en el desenvuelve sus actividades. Estas limitaciones, son, en su verdadero sentido, una inferioridad de condición. El latinoamericano queda excluido de ciertos aspectos del conocimiento filosófico por tener cierta insuficiencia de formación intelectual. El sentimiento de inferioridad frente al pensamiento europeo es, pues, uno de los elementos fundamentales del proyecto. Su permanente influencia dinámica, desde su nacimiento hasta las actuales variantes que ha tomado con el advenimiento de la generación joven a la vida filosófica latinoamericana, matiza e ilumina todos sus momentos. En particular, los hombres de la segunda generación, al avanzar en el movimiento recuperativo, logra, aunque en forma imperfecta, empalmar en la gran corriente. Es la corriente dentro de la cual se fluye. Se fluye en sentido contrario, es cierto, se sigue dentro de la incomodidad y la desorientación, pero se forma parte de ella. Se reconoce en consecuencia que el pensamiento europeo es lo superior y que el pensamiento latinoamericano es lo inferior. La meta, clara y precisa, es superar la inferioridad para poder ser igual o superior. El hombre de la generación media, se propone ascender hasta el nivel europeo, y por eso solo hecho de proponérselo, está viviendo su propia inferioridad, representa un problema y exige una respuesta. Cuando la respuesta no se encuentra, se presentan los síntomas de desequilibrio de la personalidad que caracteriza a la neurosis, con la consecuente parálisis del dinamismo individual. Pero cuando se da la respuesta, el organismo logra asimilar la situación perturbadora del problema a su propia estructura, y la involucra dentro de su plan general de acción.
Los hombres de la generación intermedia, al crear el proyecto, provocan, también, el complejo. Pero no lo viven en la plenitud de sus modalidades. Su acierto al colocar la meta de superación en el futuro, los libra de la angustia inmediata de luchar contra fuerzas superiores. Su tarea queda firmemente establecida: prepara el terreno, formar a las nuevas generaciones para que ellas puedan completar el gran movimiento iniciado. La responsabilidad final recae, así, en la generación joven. Es ella la que tiene que decidir si el movimiento iniciado por la generación intermedia llegado o no a su término, si es ella la llamada a hacer filosofía auténtica. El pensador latinoamericano de la nueva generación está constantemente preocupado con la exigencia que se ha impuesto a sí mismo, en tanto ha asumido el proyecto de la generación anterior.
El joven filósofo latinoamericano en el afán de creador y en la conciencia de su inferioridad, vive, así, su dramática aventura.
El europeo, al revés del latinoamericano tiene un complejo de superioridad, cuya solución auténtica es la “comprensión” y la “tolerancia” frente a los defectos del inferior, y cuya solución inauténtica es el desprecio y la impaciencia. El latinoamericano comprende la superioridad del europeo, y en consecuencia declara su admiración y reconoce sus limitaciones. El europeo comprende la inferioridad del latinoamericano, y aprecia el enorme esfuerzo que realiza para superar estas limitaciones. Si el europeo aprecia nuestra manera de hacer filosofía, quiere ello decir que la estamos haciendo bien, puesto que el paradigma de la filosofía que, para nosotros constituye la autenticidad es precisamente lo que él hace, el complejo nace de la comparación y del anhelo de acortar las distancias.

7) Labilidad Ontológica.

El proyecto latinoamericano de filosofar presenta, como se desprende de lo dicho, dos condiciones contrapuestas de su posibilidad; la fe y la duda, hacer filosofía auténtica significa hacer filosofía a la europea. Y por el mero hecho de consistir su proyecto en “ser como” alguien, en llegar a ser como el otro, se sitúa en un plano como algo lejano e inalcanzable. La fe y la duda, son, fundamentales para el proyecto. El proyecto no puede comprenderse sin ellos. Por eso puede afirmarse que el ser del filósofo latinoamericano en un ser hábil, un ser que se fluctúa, entre la plenitud y la insuficiencia, entre la seguridad y la inseguridad, no ha llegado a construirse.
Cada pensador individual y cada generación ofrece su propio aporte, cada cual trata de llegar hasta donde permiten sus propias posibilidades. Pero esta misma vivencia del descubrimiento produce en el filósofo latinoamericano una inevitable desesperanza. Pero el sólo hecho de lograr la recuperación logrará también la posibilidad de crear, cuando este totalmente instalado en la historia, cuando para él, comprender los más difíciles aspectos del pensamiento occidental sea sólo cuestión histórica, su pensamiento habrá entrado en la etapa creadora.
Esta convergencia de la asimilación y de la creación, esta metamorfosis a la vez insensible e inevitable de epígono en creador, es la tablado salvación a la que se aferra el filósofo latinoamericano.
La generación de los patriarcas no sufre esta especie de desgarramiento ontológico. Pero los hombres de la generación intermedia, los forjadores del proyecto, asumen una actitud completamente diferente. Por que se irrogan la misión de transformar el paisaje formal y esquemático que dejaron los patriarcas en un verdadero panorama, en una visión global insertada en la historia del pensamiento europeo.
La generación joven, la vivencia de la labilidad se experimenta en forma punzante, rodeados desde su toma de conciencia generacional por toda clase de exigencias y de tensiones, vive plenamente su condición contradictoria, la labilidad de ser que se deriva del anhelo de llegar a la creación original y de la clara conciencia de no poder hacerlo. Los hombres de la nueva generación se encuentran de lleno con el proyecto en marcha. El hombre de la nueva generación vive por eso intensamente el desgarramiento esencial que caracteriza su ser de filósofo latinoamericano.
Tiene que decidir si debe considerarse como el término del proyecto o como un nuevo eslabón que significa un paso más hacia el término pero que requiere a su vez de nuevos eslabones para llegar a el.

LA BIFURCACIÓN (SEGUNDA PARTE)

II. LAS DOS RESPUESTAS DE LA TERCERA GENERACIÓN.

8) La respuesta afirmativa. Conquista de la autenticidad.

En el caso de la tercera generación filosófica latinoamericana se manifiesta en forma paradigmática esta característica relación entre la libertad y la necesidad de elegir entre determinadas posibilidades
Estas posibilidades son diversas, pero tiene en conjunto de rasgos comunes todas ellas existen en función de una meta común: la búsqueda de la filosofía auténtica; y todas ellas se caracterizan por la intensidad de la tensión generacional que producen. La tercera generación es una generación que ha elegido una respuesta positiva al problema que le planea su propia situación. En la elección de la solución positiva es donde la tercera generación se divide en dos grupos irreconciliables. Uno de ellos, la autenticidad puede realizarse, y en verdad está ya realizándose; en cambio para el otro, se sitúa en el futuro. Por eso la respuesta que da el primer grupo puede llamarse respuesta “afirmativa”, en ella se afirma la existencia filosófica en América Latina es ya una realidad. La respuesta que sitúa nuevamente la autenticidad en el futuro, puede denominarse, “asuntiva”.
La respuesta afirmativa determina la existencia de un grupo característico, totalmente nuevo en su género dentro del ámbito latinoamericano. La decisión de que ha llegado el momento de hacer filosofía auténtica y de pretender que se ha comenzado ya a hacerla, obliga al grupo a demostrar la verdad de su afirmación. Su actitud es, en consecuencia afirmativa y polémica, es un grupo productivo, por que, por el hecho de proclamar que ha llegado el momento de hacer filosofía auténtica se ha lanzado a hacerla, realiza un viraje en relación al concepto de autenticidad que constituye la meta constante del movimiento recuperativo, si la meta perseguida por el filósofo latinoamericano es filosofar de la misma manera que el europeo, sostener que se ha llegado a la autenticidad, es pretender que se puede crear filosóficamente con la misma altura con que se crea en Occidente. Pero sostener esto sería una ingenuidad, las actuales condiciones histórico-culturales de América Latina no permiten a un tipo de creación semejante, la autenticidad para este grupo no puede consistir en filosofar a la europea, sino que debe hallarse en un tipo de filosofar diferente.
Se aparte de la línea general del movimiento recuperativo y puede decirse que son ellos los que inician la bifurcación que caracteriza a la tercera generación.
9) La Respuesta Asuntiva: El perderse en la teoría.

El segundo grupo de la tercera generación, que es el más numeroso. Ha dado una respuesta completamente diferente, y, en relación a la forma y dirección de la curva del movimiento generacional, más de acuerdo con sus tendencias. Hemos llamado “asuntiva” a esta respuesta por que consiste en asumir los valores de la filosofía europea y seguir poniendo el sentido de la autenticidad en la creación de ideas originales en relación al tratamiento de los grandes problemas del pensamiento occidental. Al “asumir” los valores de la filosofía europea asumidos y proclamados por las generaciones anteriores, la tercera generación se sitúa de plano en la necesidad de realizar las condiciones necesarias para lograr la creatividad buscada, una respuesta diferida ante el problema de sus propias posibilidades: todavía no ha llegado el momento de crear filosofía auténtica.
El grupo de la tercera generación que adopta la actitud asuntiva, se libera de dos angustiosas preocupaciones: la necesidad de llegar por fin a la creación y la necesidad de reconocer que las circunstancias aún no lo permiten. Decide perderse en la teoría. Y en este perderse espera encontrarse a sí misma. Por que si en su gran impulso de asimilación teórica logra la total comprensión, la plena vigencia de los problemas y la verdadera comprensión de las soluciones, será entonces capaz de llegar a sus propias soluciones. Y existirá, como conclusión necesaria, una verdadera filosofía latinoamericana.
De las primeras manifestaciones de ambos tipos de solución surge una actitud incomprensiva y antagónica. Los del grupo impositivo consideran que los que persiguen la profundización de los grandes problemas y de las grandes teorías del pensamiento occidental, permanecen en la clásica actitud colonial, en que se reconoce que la verdad está en Europa y que le destino de América es llegar a la verdad copiando el modelo.
Los del grupo asuntito, la creación sólo puede ser teórica y especulativa. La aplicación o la relación con la realidad puede ser consecuencia, pero de ninguna manera contenido principal de la teoría. Los más radicales sostiene que es perder el tiempo dedicarse a hacer interpretaciones filosóficas de temas socio-históricos y regionales; los menos radicales aceptan que la investigación puede ser interesante y que es uno de los temas ilícitos del filosofar latinoamericano. Que los grandes temas deberán ser temas de la alta teoría especulativa, es decir los temas descubiertos y planteados por la filosofía occidental.
Los que asumen la actitud impositiva (afirmativa), se aglutinan en torno a un proyecto explícito, forman un grupo que desarrolla sus actividades según principios perfectamente definidos. Puesto que ellos persiguen la creación de una auténtica filosofía latinoamericana, y puesto que han decidido que esta creación puede ya ser realizada, debe empezar, antes que nada por decir en qué consiste. Tiene que estar de acuerdo sobre su principal finalidad y sobre las maneras de llevarla a cabo. En cambio, los que asumen la actitud asuntiva, los que deciden que lo único que realmente les interesa es la especulación filosófica teórica, tiene un solo interés, seguir las vías que impone el desarrollo natural de su propia investigación. Si decisión de hacer filosofía teórica, con los temas europeos, como vías de acceso a la filosofía auténtica, es su respuesta al problema generacional.
El filósofo del grupo asuntito “siente” un interés incontenible por la teoría especulativa, siente un rechazo decidido por las pretensiones del otro grupo. Pero en general se detiene poco a pensar directamente sobre lo que ha decidido hacer.
La primera impresión es que sólo el grupo impositivo es un verdadero grupo, mientras que el grupo asuntito en realidad sólo existe como posibilidad futura, como latencia, pero cuanto presenta intereses comunes, y sobre todo, en cuanto responde de la misma manera ante las mismas exigencias y los mismos estímulos.

III. MODELACIÓN DE LA ESCENCIA

10) La actitud “afirmativa” como producto de la filosofía mexicana.

El grupo de los que asumen la actitud “afirmativa” es el más compacto y unitario, pero al menos numeroso. El grupo afirmativo está constituido por una parte de la tercera generación mexicana. Ello se debe seguramente a que su actitud coincide con la actitud general de la nación mexicana, de afirmación de sus propias esencias. Solamente en México se observa la formación de un grupo coherente, que proclame que sólo la meditación sobre nuestra propia realidad puede producir la autenticidad filosófica.
La causa más importante de todas es, no cabe duda, el espíritu de la nación mexicana. Este espíritu se caracteriza por una afirmación de sí mismo. La rebeldía natural de la raza y las circunstancias históricas y geográficas, hicieron que en el pueblo mexicano, inclusive en el criollo mismo, existiese siempre latente un rechazo vigoroso de los moldes impuestos por la metrópoli. La preocupación por lo propio empieza con los patriarcas. Se intensifica con la segunda generación, y culmina en la generación joven. Pero para que la culminación sea posible, es necesaria además la intervención de otra causa: el historicismo español.
Los patriarcas mexicanos, al igual que los demás patriarcas, se consideran a sí mismos, antes que nada, maestros, es decir, formadores. Samuel Ramos, avanza un paso más lejos. Discípulo de Caso, se inicia en la vida filosófica profundamente preocupado con la realidad mexicana. México tiene derecho de dar su propia respuesta a sus propios problemas, sostiene que el mexicano debe romper el cerco en que lo coloca su complejo de inferioridad. Y este cerco sólo puede salvarse mediante una doble actividad: estudiar la realidad mexicana y asimilar lo europeo en su valor universal, además de su función recuperativa, Ramos hace ya un estudio filosófico sobre una realidad socio-histórica: la realidad mexicana. Con este trabajo, prepara y orienta a la tercera generación hacia su respuesta característica. Pero en ningún momento sostiene, de la manera de hacer filosofía auténtica en México. Sólo la tercera generación dará este tipo de respuesta e iniciará la bifurcación. Ramos sostiene que es necesario estudiar la conformación de la realidad mexicana para desentrañar lo que en ella hay de afirmación positiva.

11) El Puente del Historicismo.

A pesar de todas las influencias y de la uniformidad de la circunstancia mexicana, muchos filósofos importantes de la tercera generación han adoptado la solución asuntiva, y manifiestan un rechazo tan fuerte por la posición afirmativa como los filósofos de otros países.
El ideal recuperativo, que es el que impulsa todo el movimiento filosófico latinoamericano, y el que lleva a la necesidad de afirmarse como realidad filosófica, queda, he hecho, anulado. De él sólo queda el impulso hacia una filosofía propia.
Para hacer filosofía propia consciente, hay que partir del estudio de la propia circunstancia. Y para el mexicano su circunstancia es México. Hay que empezar pues por el análisis filosófico de la realidad mexicana. Este tipo de filosofar será mucho más auténtico que el que persiga el tratamiento de los grandes problemas tradicionales de la filosofía occidental, por que estará de acuerdo con nuestra propia realidad histórica.

12) La Recuperación Vernacular.

Circunstancia es la totalidad de los factores que determinan la situación histórica del ser humano en una época dada. Al sostener que la meta del movimiento filosófico mexicano debe ser el estudio de la circunstancia mexicana se quiere decir que esta meta es el hombre mexicano en tanto entidad histórica, es decir en tanto ser que se constituye en un tiempo y en una región dados. Toda actividad cultural es histórica y sólo puede ser comprendida a través de su historia. Por lo tanto, si se quiere hacer una nueva filosofía que, a diferencia de la hecha hasta ahora en Latinoamérica, verse sobre nuestra propia realidad, no se puede hacerla arbitrariamente, no puede nacer por generación espontánea. Para elaborar filosofía propia es pues imprescindible conocer nuestra propia filosofía en su historia.
A la primera dificultad el grupo afirmativo responde nuevamente con el historicismo. El hecho de que, “oficialmente” no tengamos una filosofía propia es totalmente relativo. Se deriva del hecho de que América Latina haya interpretado su propia realidad ha sido considerada como una realidad inferior. Y nuestra propia realidad ha sido considerada como una realidad inferior, superar nuestra condición de inferioridad y llegar a ser como el modelo.
La primera dificultad ha sido pues resuelta. No sólo tenemos una realidad filosófica histórica, sino que es una realidad viva, palpitante, con caracteres propios, que, en consecuencia puede ser interpretada en relación a nuestras actuales circunstancias. Para comprender verdaderamente las posibilidades de nuestra nueva filosofía, en tanto filosofía de nuestra propia realidad, es menester conocer la historia de las ideas que han tenido vigencia histórica en nuestro medio. Más para hacer esto debemos conocer esta historia en nuestro medio. Más para hacer esto debemos conocer esta historia, debemos poderla utilizar. El grupo afirmativo empieza a elaborar la historia del pensamiento mexicano. Para hacer posible la autenticidad filosófica iniciada es necesario conocer la historia del propio pensamiento filosófico, pero esta historia no existe, hay por lo tanto, que “recuperarla”. Así como la segunda generación, partiendo de la vivencia del desenfoque y creando el ideal de autenticidad, inicia el movimiento recuperativo por medio de una “recuperación” vernacular, para instalarse en la historia de su propio pensamiento. Más este movimiento de recuperación abarca no sólo el campo filosófico. Por eso el grupo afirmativo no se ha limitado a elaborar la historia de nuestro propio pensamiento sino que ha formado un movimiento destinado a crear una verdadera interpretación de la realidad mexicana a través de su historia y actualidad.

13) Hacia la conquista de nuestro propio ser.

La recuperación vernacular, realizada con gran energía y con profundo sentido histórico, arriba pronto a un resultado positivo. (Cabe señalar que la recuperación vernacular es iniciada por Leopoldo Zea) El positivismo entre nosotros fue un verdadero “movimiento”, una acción de conjunto, mediante el cual la clase dominante en la época influyó decisivamente sobre la totalidad de los fenómenos culturales. Esta situación injusta fue definitivamente superada en la revolución de 1910 en la cual la enorme clase dominada se rebela y rompe la estructura social impuesta por una minoría, justificada ideológicamente por el positivismo.
En nuestra América Latina, el sentido de la filosofía ha consistido en ser aplicada como un instrumento para la comprensión y la justificación de la realidad. Para que nuestra filosofía sea, por eso, verdaderamente auténtica, debe ser lo que, en verdad, siempre ha sido: debe ser una filosofía que responda a las exigencias de una situación histórica real.
El mexicano, al terminar con la explotación que caracterizó al régimen porfirista, buscó liberar al más numeroso grupo de la nación, al grupo indígena, de su secular condición de ser inferior. Y este impulso de afirmación del propio ser, encontró eco en aquellos que habían ya comprendido que la existencia de una nación sólo puede apoyarse sobre todos sus miembros integrantes. En este recibimiento de un nuevo y caudaloso integrante en la vida activa de la nación, el mexicano se encontró ante el problema más grande de su historia: enormes fuerzas liberadas interrumpían en todas direcciones en busca de su propia afirmación, poderosos dinamismos tectónicos conmovían al país y producían perfiles nuevos e insospechados.
El grupo afirmativo, de manera consciente, mucho más consciente que la de sus predecesores positivistas, puesto que su actitud se derivaba de la interpretación e la actitud de estos predecesores, elige su propio equipo ideológico. Este equipo es doble: está integrado por el historicismo y el existencialismo.

14) La Filosofía como responsabilidad.

La solución del grupo afirmativo al problema de la autenticidad, implica una actitud sui generis frente al sentido del filosofar latinoamericano. En la etapa anterior, el filósofo latinoamericano vivió, en este sentido, libre de responsabilidades. Vivió aislado, en la clásica torre de marfil. Se dedicó a elucubrar sobre teorías que no eran suyas, y pensar problemas que no expresaban las exigencias de su propia realidad. Tenía la sensación de que su responsabilidad consistía en prepararse técnicamente para llegar algún día el aporte personal dentro de la línea occidental. Lo natural en el hombre es el pertenecer a una circunstancia histórica y vivir dentro de ella. La circunstancia histórica, su circunstancia, plantea al hombre problemas muy determinados, no puede escapar de ellos. Es ser capaz de responsabilidad. Ser hombre es ser responsable, ser responsable concretamente, frente a hechos y a situaciones reales, no frente a ideas abstractas. Si se considera, ahora, la posición del filósofo mexicano, se ve de inmediato que se trata de un caso de responsabilidad intensificada. Por que las circunstancias históricas ante las cuales ha decidido responder, lo han llevado nada menos que a la exigencia sobre el ser de lo mexicano.
La realización de esta posibilidad, que será nada menos que la elección de su propio ser, sólo podrá hacerse mediante una toma de conciencia de la situación. La interpretación histórica de nuestra realidad latinoamericana nos conduce necesariamente a considerar al filósofo latinoamericano como un hombre eminentemente responsable, cuya responsabilidad consiste en enfrentarse a los grandes problemas de su tiempo y de su circunstancia y a dar una respuesta concreta sobre ellos, que sirva de base para orientar la vida de la comunidad.

IV. FASCINACIÓN DEL PROBLEMA.

El grupo asuntivo llega a su actual posición como resultado de los esfuerzos que hace por escapar a la angustiosa tensión creada por las dos exigencias contrapuestas de creación auténtica y de formación suficiente. El perderse en la teoría, para dejar de pensar en la creación inmediata, tiene que renunciar momentáneamente a la autenticidad. La tercera generación empieza así su primera maduración, asumiendo una actitud semejante a la de la generación intermedia: la de renunciamiento.
El renunciamiento de la generación intermedia es un renunciamiento definitivo. Renuncia a favor de otra generación. La generación joven vive, en cambio, un tipo muy distinto de renunciamiento. Es, casi podría decirse, un renunciamiento interino por que no sitúa la realización del proyecto en una generación futura y diferente de la propia. La tercera generación renuncia únicamente a la creación inmediata. Aplaza el término del proyecto, y al hacerlo en forma indefinida, deja siempre abierta la posibilidad de que sea ella misma la que, después de una adecuada maduración pueda realizarlo. La tercera generación consigue una situación más equilibrada y cómoda. Los del grupo asuntivo, pueden ser tachados de precipitados y de regionalistas por los miembros de la tercera generación que no pertenecen a él. Para liberarse de esta incomodidad que la hiere en lo más profundo de su ser, la tercera generación decide olvidarse de si misma y emborracharse de teoría.
La generación forjadora como verdadera creadora del proyecto se encuentra entre dos generaciones: una que, debido a las circunstancias, no puso pasar de cierto nivel formativo, y ante la cual había que ser comprensivo, y otra que, gracias a estar en condición de discípulo, podría realizar en el futuro lo que no era posible en el presente. La actitud de la tercera generación es mucho más radical. Sabe que la generación forjadora ha puesto en ella las exigencias que no pudo realizar. Sabe que si no e exige más que aquélla no significará, como generación, ningún avance. Para el pensador asuntivo, lo valioso son los tema de filosofía occidental aunque también tienen muchas inquietudes en lo que respecta a los problemas sociales.
Trabajar intensamente en filosofía, sumirse apasionadamente en los abismos de la teoría pura, incrementar incansablemente la asimilación de ideas y teorías y acercarse cada vez más a la creación auténtica he aquí la verdadera responsabilidad del filosofo latinoamericano según el grupo asuntivo.

1 comentario:

  1. Buen Post... gracias por colgarlo... la pregunta actual sería donde quedo aquel proyecto de filosofía auténtica o quienes lo vienen realizando en la actualidad?

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