jueves, 21 de enero de 2010

Un “simple” recordatorio de la naturaleza…


Las emisoras de televisión comenzaron a divulgar noticias de que un violento terremoto, con magnitud de 7,3 en la escala Richter, había golpeado severamente a Puerto Príncipe. El fenómeno sísmico se había originado en una falla tectónica ubicada en el mar, a sólo 15 kilómetros de la capital haitiana, una ciudad donde el 80% de la población habita casas endebles construidas con adobe y barro.



Las noticias continuaron casi sin interrupción durante horas. No había imágenes, pero se afirmaba que muchos edificios públicos, hospitales, escuelas e instalaciones de construcción más sólida se reportaban colapsados. He leído que un terremoto de magnitud 7,3 equivale a la energía liberada por una explosión igual a 400 mil toneladas de TNT.




Descripciones trágicas eran transmitidas. Los heridos en las calles reclamaban a gritos auxilios médicos, rodeados de ruinas con familias sepultadas. Nadie, sin embargo, había podido transmitir imagen alguna durante muchas horas.
Fue realmente en la mañana de ayer miércoles cuando comenzaron a llegar tristes noticias sobre enormes bajas humanas en la población, e incluso instituciones como Naciones Unidas mencionaban que algunas de sus edificaciones en ese país habían colapsado, una palabra que no dice nada de por sí o podía significar mucho.
Durante horas ininterrumpidas continuaron llegando noticias cada vez más traumáticas de la situación en ese hermano país. Se discutían cifras de víctimas mortales que fluctúan, según versiones, entre 30 mil y 100 mil. Las imágenes son desoladoras; es evidente que el desastroso acontecimiento ha recibido amplia divulgación mundial, y muchos gobiernos, sinceramente conmovidos, realizan esfuerzos por cooperar en la medida de sus recursos.







He dedicado esta pequeña introducción para empezar lo que ya se viene diciendo en los medios de comunicación. No importa cuan “mejor” sociedad sea, o que sea un país en potencia, que si su economía es fuerte, su moneda sea estable, todas aquellas valorizaciones son dentro de un esquema estrictamente social, por ende no deja de ser humano. (Humano por definición dentro de nuestro contexto socio-cultural)




Pero sin darnos cuenta, olvidamos un aspecto sumamente importante que en la gran mayoría de las veces hemos desdeñado… a la naturaleza.


No estaban tan errados los panteístas cuando afirmaban que Dios era la naturaleza y la naturaleza era Dios, pues su fuerza que desentraña es tan desconocida como la divinidad misma. Tal vez la discusión a este dilema sería la destrucción actual, que en realidad sería una transformación de acuerdo a las anomalías que ha hecho el hombre a la naturaleza.


Y es cierto, muchas de nuestras nociones epistemológicas, si no es que todas, están sustentadas en saberes descubiertos por el hombre y muchas (si no es que también todas) de las veces nos olvidamos de donde obtenemos ese saber, donde nos basamos en observaciones, hipótesis, premisas, particularmente de aquellas que cabrían de “científicas”, de la naturaleza misma.
Lamentablemente en este caso, mucho más de la tragedia, lo que se pone en evidencia es la fragilidad de un país acaecido por las desigualdades económicas, la pobreza, la débil economía de Haití. Que se ha olvidado de su pasado histórico, pues hay que reconocer que fue el primer país en estar en lucha de su independencia. Simplemente no olvidemos que en la Ciudad de México un 19 de septiembre de 1985 se vivió de manera similar, pero las condiciones económicas, sociales, geográficas eran diferentes y a pesar de esas diferencias fue tan vulnerable y tan susceptible.


Lo que se quiero señalar es que todas esas consideraciones “humanas” son totalmente vulnerables al lado de la naturaleza, y quizás es sorprendente en la actualidad aún se siga creyendo y arrastrando el concepto de la “modernidad”. Ese apego fanático de la ciencia como herramienta para mejorar nuestra vida.


Erasmo de Rotterdam y Federico Nietzsche ya habían señalado la falacia de la ciencia y sus nociones “absolutas”, no por ello Rotterdam los llamó de locos, así como Nietzsche con visión clarividente acertó la crisis que entraría la razón y la fe (como conocimiento humano) (puede consultarse sus obras principales: “El elogio de la locura” de Erasmo de Rotterdam, así como “La Gaya Ciencia” y “Así habló Zaratustra” de Federico Nietzsche.
¿Acaso esto es también a un llamado para ser más consientes hacia nuestro medio ambiente y hacia nuestra naturaleza?




Desde mi perspectiva puedo decir que si, pues aunque se diga que se esta “destruyendo” en realidad yo lo llamaría “transformación” pues se está adecuando a las condiciones han modificado, gracias a la intervención del hombre y que simplemente están cambiando algunas cosas, esas cosas, claro no caben dentro de nuestras nociones, y nuevamente se cae en el juego del “control”.




Este “simple” recordatorio es para tener en cuenta que NO siempre tendremos el control absoluto de las cosas que nos rodean y que a final de cuentas la naturaleza tiene la última palabra. Y eso es tan impredecible… ¿Cuándo habrá otro fenómeno similar? ¿En que parte del planeta será? ¿Cuándo será?

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