domingo, 2 de mayo de 2010

Del arrepentimiento, perdón y reconocimiento

Del arrepentimiento, perdón y reconocimiento.

Carta póstuma...

Después de una larga andanza, vi el atardecer y con ello el buscar un refugio para pasar la noche. Antes de ello, procedí a buscar algo de tomar y en efecto, en medio del bosque encontré un manantial con abundante agua y bebí inmediatamente... Me sentía insatisfecho y me decía.

-Aún tengo sed ¿Porqué será?

Entonces descubrí que esa sed no era física, como necesidad orgánica, sino la necesidad una necesidad de mi ser. No dejaba de preguntarme del porque hasta que después comprendí algo que me quedó perfectamente claro:

-Lo había olvidado, ella saciaba mi sed, ahora que no está conmigo, esta alma inquieta la busca, pero no está, tendrá que quedarse así, con muca sed, pero creo que en realidad permanece sobria, sobria de su amor. Mi complemento...

En la noche, lo único visible era el brillar de las estrellas, aunque para mí era la noche más obscura de todas... ¿mi refugio? En medio de mi camino. No dejaba de pensar en todo lo que he recorrido a pie, desde que me enfrenté cara a cara con el espíritu de la pesadez. Aún conservaba fehaciente mente mis fieles amigos: el orgullo, el intelecto... Además nadie pasaría sobre mí, pues este sendero es mío.
Sin embargo, no conciliaba sueño alguno, mis ojos se negaban a cerrarse, mi corazón se negaba a descansar. Aún mi conciencia no dejaba de repasar todos los recuerdos que viví con ella, los motivos de su partida... eran hechos que debía asimilar, pero mi corazón no lograba comprender.
Mientras hacia este enorme esfuerzo de asimilar, yo veía mi historia de vida, como este camino a seguir, con todos y cada uno de las implicaciones que representan... Aún así no conciliaba el sueño, no dejaba de lamentar lo sucedido, me entristecía ver que hacía un esfuerzo descomunal en comprender esas verdades, que su vida y su camino estaba con ellos... su vida era ellos, si aún tendría fuerzas todavía trazaría el suyo, por ese lado la comprendo y acepto su decisión fue un acto de amor, pues reconoció su historicidad y su ser en el mundo...

-En verdad es muy difícil, ahora comprendo lo que estaba haciendo, me ama tanto...

Rompí en llanto.
Mis lágrimas, tan profundas e intensas como el dolor mismo, solo podían expresar la energía acumulada en mi alma... El sueño tarde o temprano se apoderó de mí, como cazador a su presa, fui asechado, pero aún así mis lágrimas siguieron recorriendo mi rostro.
El amanecer era sublime, pues el sol radiaba a todo lo que daba, compartiendo de su increíble riqueza a todos, dejando el mínimo espacio de sombra, el cántico de los pájaros no dejaban de anunciar la llegada de aquel gran astro, expresando el inicio de un nuevo día.
Me negaba a despertarme, pero algo en mí me molestó la suficiente para tomar la decisión de levantarme y ponerme en pie.
Cuando me agarro del suelo para levantarme, al abrir mis ojos, me encontré con algo muy grande, algo como una piedra. Extrañado por esa sensación, observé que era un pie, ese pie al que no dejaba de agarrar, todavía acostado en el suelo, vi algo que salía de todas mis expectativas, que estaba fuera de sí... ese pie correspondía sucesivamente de alguien ¿ese alguien? Pues si de ella.
Mientras trataba de sacar conjeturas, ella con una expresión de vergüenza me dice:

-Hola... ¿Cómo estas?
-La verdad muy mal y ¿tú?
-Pues también, muy mal, quiero hablar contigo, pero como te fuiste y no me esperaste, ni te regresaste, mejor fui yo la que te fue a seguir y buscarte porque de que lo hagas tú... simplemente es imposible.

Confundido pregunte:

-Creo que mucho más allá de preguntarte del porque lo hiciste, creo que me interesa saber más acerca de que quieres decirme, así pues, dime, estoy a tu disposición, a decir verdad no quería hacer más errores, así que dime:

Bajando la mirada, me contestó.

-Juan Carlos, perdóname por lo que te hice, perdoname por aquella escena... tomé la salida falsa y con ello el salvaguardar mis intereses. Viendo aquella escena, aquel cuadro, todos esos senderos, cada persona que lo custodiaba ellos tienen su camino propio... pero ¿Donde estaba el mío? No lo había, no lo hay, ellos no estarán siempre, se irán y a final de cuentas me quedaré sola ¿Mi felicidad cuando...? Reconozco que hice un error y en verdad perdóname Juan Carlos, acepto que eres mi felicidad, esa felicidad de la cuál me da el valor y pie para seguir.

Yo sorprendido le contesté:

-Comprendo que lo hiciste porque me amas y como sé que me amas tuve que aceptarlo, ademas tu tomaste conciencia y valorización histórica, te felicito, tu acto fue noble, pues amas a tu familia, estabas dispuesta a perecer por esa causa...
-Pero al que amo es a ti Juan Carlos.
-A decir verdad... no se si creerte...

Dicho estas palabras... continué ante su silencio.

-Tú no tienes derecho alguno de usar a las personas en decisiones erradas, creo que hay que ser responsable de sus actos.
-Juan Carlos, trata de comprenderme, tomé esta decisión por mi situación, no encontré otra manera, otra salida, no lo pensé y me arrepiento.
-Ahora ¿Vez el significado, la conciencia de las palabras?

Ella asintió con la cabeza y recordé cuando escribía mis epístolas tiempo atrás hacia ella, recordé un tema que, al menos en lo persona aún no comprendo ni ejerzo... el perdón. Debo de reconocer y aceptar que mi alma estaba invadida de rencor, confusión, pero que a la vez me llenaba de admiración al irme a buscar alcanzándome a través de mi camino, abandonando así el suyo, pero sobre todo y a pesar de eso... la amo.
Me encontraba en una enorme encrucijada, pues ella aceptó su error, aceptó que se había equivocado... me había puesto al descubierto, se había arrepentido.
Acto seguido, estaba en mí la facultad de disculparla o perdonarla ¿Qué diferencias hay?
Había pensado desde un principio que era ignorancia, pues al considerar que hizo el acto por un fin, sin percatarse de que se estaba seguro de esa decisión, así como las repercusiones que llevaban... lo quería descubrir.

-¿Qué fue lo que te motivó a buscarme?
-No dejé de recordar todos los momentos que tuve a tu lado, eso me hizo llorar, además el sacrificarme por los otros no me llevaría a nada, me quedaría sola, Juan Carlos, eres importante en mi vida, mi felicidad, sería muy infeliz el pensar que una vez sola, dejé ir al amor de mi vida, no quería perderte.

Podría decirse que era cierta ignorancia, independiente de las personas, ignorancia de sí mismo. Pues al tomar una decisión se debe en la mayor medida el protegerse uno, no el sacrificarse. Dado el reconocimiento de su conciencia e historicidad, me quedaba concederle el perdón o la disculpa. Si la disculpaba, sería el negar lo sucedido, “borrón y cuenta nueva”, sería negar las deudas, negarle sus deudas, lo cuál me condujo a la segunda palabra: el perdón.
Perdonar implica el aceptar sus actos y reconocer que lo hizo por sus motivos o razones, es asimilar lo sucedido y no es negar su deuda, es reconociéndola, es comprendiéndola es transformarse con sus actos de manera positiva, aceptarla desde los perfiles de mi personalidad.
Es, liberarla de la culpa, y es liberarme a mí, porque en la toma de decisiones no la denigré, ni la humillé, ni le recargué mi impotencia, mi frustración, sino aceptando y reconociendo que la amo, que la amo tanto, darle esa oportunidad, viendo su persona, su vida y su historia, es asimilar el dolor mediante la comprensión y todo eso se tradujo en dos palabras:

-Te perdono.

Y continué:

-Acepto que eres así, que piensas así, tu arrepentimiento, tu historicidad, tu ser en el mundo, pero me gustaría que cambies, no por mí, sino por ti, si queremos hacer una historia juntos, que esto verdaderamente funcione, hacer camino al andar, te amo y en verdad te amo tanto, tenemos que liberarnos de cadenas más arraigadas y más pesadas aún, esas con la sombra de nuestros padres, a lo que no conocemos, es darle punto final a esa parte de nuestras historias, es romper con el ciclo, ser diferente, pensar diferente, con otros, nosotros mismos y nosotros ante y en el mundo.

Me abrazó y asintió con su cabeza, pero me preguntó.

-¿Cómo?
-Eso es una tarea conjunta, me enseñaste a ser paciente, a ser tolerante y en verdad te lo agradezco, te lo agradezco tanto, y en virtud de ello, te pido de la manera más atenta que tu seas tolerante y paciente. Habrá momentos en que uno de los se caerá, ya sea yo o tú, pero no estamos solos, nos levantaremos, nunca por encima del otro. Sino aprendiéndonos a conocernos, a comprendernos, a amarnos, podremos hacerle frente a las desgracias del mundo y los retos que nos depara. El cambio no se da por sí mismo, es trabajo constante, trabajo mutuo...

Rompí en llanto y la abracé con más fuerza.

-Nunca más voy a volverte dejar Juan Carlos... voy a cambiar...
-¡¡¡Te amo!!! (Le repliqué)

Los dos guardamos silencio, abrazados y callados. Ella con una gracia y ternura, limpia mis lágrimas y ambos nos vimos. Aquella escena sublime reflejó lo que nunca antes se había reflejado, ya no era voz, ni ángel, ni nada sobrenatural que estuviera por encima de mí. Veía toda su humanidad y a su vez ella veía la mía. Observé sus ojos, sus hermosos ojos y ella vio los míos, me vi en sus ojos, como espejos, como ventanas del alma... eso tan hermoso fue que a través de ella pude verme yo, que yo existía, que ahí estaba y ante ese reflejo que veía en sus ojos y que ella a través de mi pudo verse ella, así como fue como nos reconocimos los dos.
Cada uno de nosotros con su vida, su pasado, sus historias, pero que a pesar de ello, no nos alejaba como personas, humanamente fue un acercamiento sincero, libre y puro.
Nos besamos y con aquel contacto mi corazón salió rebosante de nueva cuenta, al sentir sus manos, una felicidad salió de mi alma. Ahora ella estará en mi camino.

-Te amo Juan Carlos, nunca te voy a dejar.
-Te amo....Azul.

Al emprender el camino juntos, agarrados de la mano, caminamos, charlando y entre besos y abrazos, a lo largo del día vi algo que había cambiado.
En un principio, cuando me mostró el camino por el que empecé era angosto, pero ahora es muy grande, demasiado ancho. Al ver que poseía los mismos obstáculos, lo único que si diferenciaba es que era más ancho...

-Amor ¿Ya te diste cuanta que el camino creció?
-¡Sí hermoso! ¿Por qué?

Cuando retrocedimos vimos un camino previo que se fusionó al mío, este provenía de muchas veredas, al ver semejante cosa, recordé su camino con características similares.

-Amor, ese camino es el tuyo, al parecer dejaste todas esas veredas...
-¡Sí es cierto! Tienes razón, pero he descubierto que no vale la pena recorrerlo, ahora mi camino está contigo, están fusionados y así será por y para siempre.
-Es lo más lindo que has dicho.

Juntos, agarrados de la mano, caminamos en nuestros caminos que ahora son uno solo, como nosotros, mi media naranja con su media naranja, juntos hacia un nuevo porvenir, lleno de esperanzas y expectativas, nuevos retos, aunque eso sea... otra historia… Una historia que nunca llegó.

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