martes, 9 de marzo de 2010

Burocracia y Justicia: “Made in Mexico”

Hace una semana, cuando llegué a casa después de un día de escuela, ya tarde, como eso de las siete de la noche como consecuencia de mi política económica restrictiva, en el ahorro de capital y seguidor ferviente del transporte público subsidiado (En pocas palabras, por codo) estaba en mi ya acostumbrada lectura cuando de repente mi madre con una gracia sin igual me expide una hoja, que ingenuamente la observé y sin más me percaté de que se trataba de un citatorio para una audiencia del juzgado penal treinta y uno de lo penal para desahogar diligencias de carácter judicial (Para saber lo que me sucedió, favor de leer la entrada en el mes de enero” Angustia, miedo y desesperación del sentir humano ...” )


El 9 de marzo, o sea, hoy, me citaron para tal audiencia al delito de robo calificado con agravante en transporte público contra JOSÉ ANTONIO MUÑOZ GUERRERO Y VÍCTOR HUGO TZINZUN BAEZ ó VÍCTOR HUGO SINSUN BAEZ. Antes ya había tenido otro citatorio, pero con carácter de ratificar mi declaración cosa que viví eternamente en el Ministerio Público.
La dinámica fue la misma, me pidieron mi credencial de elector y estuve con otros afectados en una “sala de espera”. Cuando me llamaron la “defensa” (representada por el abogado) se representó en un juego radicalmente arbitrario de razonamientos esperando contradicciones u omisión de datos para usarse a su favor.


En la probable espera de un confronta miento mediante un careo se observan hojas y hojas de denuncias seguida de una sala cerrada donde se imperan los sonidos de las computadoras, teclas, impresoras, así como una cantidad sorprendente de secretarios (as) que solo escriben y capturan.


Familiares de ambas partes (víctimas y victimarios) no se hacían esperar, claramente eran visibles por la división de sus perspectivas y conjeturas acerca del hecho.


Después de la audiencia, sólo nos correspondió firmar.


Todo este proceso nos llevó en promedio cinco horas y éramos cuatro personas.


Como alguna vez denuncié en la entrada anterior, la burocracia y la agilización hace engorroso el trámite y dificulta la impartición de justicia; si bien es cierto que cada proceso lleva consigo una justificación: así como no es el único caso (me refiero al mío, claro) que se le da prioridad, mucho más allá de la problematización administrativa que pretendo llevar, aquí hago una crítica a la fundamentación del derecho basado en el iusnaturalismo moderno, principalmente del liberalismo político que expuso John Locke en su segundo tratado del gobierno civil, en el que todos somos iguales por naturaleza y como tal, nadie tiene el derecho de estar por encima del otro sin justificación que esté dentro de la normativa y en el primer “principio natural”: El de la preservación de la vida y de la dignidad humana (Esta segunda, desprendida del iusnaturalismo antiguo del tomismo… de Santo Tomás de Aquino)


Pero en situaciones en las que vivimos, en la que sabemos de antemano que el abogado como el político, basándose en premisas y razonamientos lógicos, mucho más allá de la mera interpretación del hecho (se puede ser inocente, culpable o un preferente en una elección, sólo en el marco abstracto) se traba una auténtica lucha entre nuestras “pasiones” (es decir, dejarnos llevar por nuestros sentimientos, angustia, miedo, inseguridad, típicos de las víctimas del delito… sólo por mencionar algunas) y nuestra razón apelando al marco jurídico, y por lo tanto, a las leyes.


¿Hasta qué punto son permisibles las pasiones por encima de la razón y las leyes? ¿Hasta qué punto es permisible la razón? Somos seres humanos y la cuestión estriba en ambas partes, como bien decía Aristóteles, en el “justo medio”. Mientras tanto, se debería de ver los asuntos delictivos o todas las acciones que son castigadas, contempladas en el código civil en nuestra sociedad como problemas multifactoriales (políticos, económicos, sociales, culturales…) y por parte de las instituciones el problemas de la burocracia, así como la búsqueda de otros mecanismos que respeten los derechos humanos (aceptémoslo, aunque sean lo peor de lo peor, que Dios me perdone, pero no dejan de ser seres humanos…) y la agilización de la impartición de justicia.

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