martes, 9 de febrero de 2010

“La sacudida Impredecible” Alegorías y alabanzas Nietzscheanas… cuentos ficticios.


Esta humilde composición es un mérito, y un sencillo homenaje a aquel filósofo que con su sapiencia, clarividencia, supo ver de manera certera la crisis de la modernidad, de igual manera que con Erasmo de Rotterdam, alaban la locura como lo más sano frente a los academicistas de la línea más dura. Pero sobre todo su libro especial y sublime que ha trascendido y que sin lugar a dudas es el verdadero “libro de las alturas” (Así hablo Zaratustra).
Quiero reconocer que en ese libro, junto con el apoyo incondicional de mis amigos he podido salir a flote y no caer tajantemente, además, su obra como tal es instrumento de inspiración para levantar las más profundas aspiraciones de quien ya está harto de vivir en una sociedad mediocre, donde los valores reinantes son el gregarismo, la compasión, el resentimiento contra los fuertes en su lucha del reconocimiento de su individualidad como tal.
Así pues en este relato alegórico, quiero hacer este humilde homenaje a Friedrich Nietzsche como mi filósofo favorito y que cuyo hallazgo y sueño que tuve (mediante el cual me inspire en relatar “La sacudida impredecible” no hubiera sido posible sin sus benditas palabras)


I


“Un fantasma se apoderó de mi, se poseyó sobre todo mi cuerpo, asediándome de día y de noche. Yo como buen escéptico, no creía en la idea en la visión de un fantasma, sino sostenía que era la idea que me había creado, que por delirio, falta de cansancio, sueño dogmático, lo había hecho, ya sea por cobardía, falta de aceptación, pero sobre todo… La negativa de aceptar mi realidad, tal cual es y hacerme responsable de las consecuencias.


Creía que si distrayéndome podría asimilarlo, pero descubrí que no, y terminé al final aceptando que era un ente mucho más allá de lo físico, un ente metafísico, por ende, un fantasma.
Lo descubrí porque no solo se infiltraba hasta en los confines de la conciencia, sino se había inmiscuido en las fibras más sensibles de mi corazón. Robándome en sueño y mis pensamientos, comiéndose mi intelecto y mis pasiones, me encontraba harto, hastiado, desesperado y no sabía cómo remediar este mal.


No creía, ni creo que este fantasma pudiera quitarse con un “buen trabajo”, ni con un buen psicoanalista, que quizás terminaría diciéndome que era solamente un arquetipo. Si ese fantasma estaba en mi y solamente en mi, debía establecer comunicación con ese ente que ya me tenía harto, pero ¿Cómo podría hacer semejante cosa?


II


En más de una ocasión traté de establecer contacto, pero fracasé, ¿Por qué fracasé? Porque mi formación como filósofo es analítica, ¿Cómo hacerle? ¿Cómo dar cabida a la metafísica? ¿Cómo obtenerla sin anteponer los intereses de mi razón, evitar que se peleen una sobre la otra? El desarrollarla me sería imposible, necesitaba de un milagro que pudiera conciliar ambas posturas que esa parte que desarrollará de la metafísica me pudiera tener un contacto con aquel ente que superaba mucho más allá de lo físico.


III


Para mi fortuna llegó, es verdad, como a los grandes pensadores les cae una revelación mística, una visión increíble en los lugares menos pensados. Y puedo citar muchos ejemplos, la caída de la manzana a Newton que lo llegaría a descubrir sus leyes universales. El sueño de Descartes en una “ciencia maravillosa” (Geometría analítica). El “sueño dogmático” de Kant cuando lee las obras de Hume, la “ciencia “de Pascal. Así como el “eterno retorno” de Nietzsche en lo más profundo de los Alpes suizos. (La ciencia formidable) A todos les pasó de ocurrió de manera diferente y aprendieron algo que trascendieron en sus vidas ¿Cómo fue en mi caso…? Por un golpe.


IV


¡Sí!, ese golpe, que más que haberme sacudido el cuerpo, sacudió profundamente mi conciencia y su efecto es tan increíble y tan trascendente que me hizo entrar hacia cuestiones que alguna vez medité superficialmente. Eso fue un verdadero milagro.

Al principio se dibujó en mi conciencia y en mi corazón, una impotencia y frustración, pero meditando el acto mismo y las repercusiones de mis palabras, me hizo pensar verdaderamente en mi, un vuelco antropológico, así como al aclarar cosas que había desdeñado, empecé a revisar más allá de mis conceptos, el espíritu mismo de las palabras, la conciencia de las palabras. Sin darme cuenta había logrado hacer metafísica y al fin podría comunicarme libremente con aquel ente. Aunque he de reconocer que la realidad misma me dio otra visión, que conjugado con mi visión espiritual, no se pelearon como yo esperaba, sino todo lo contrario, se complementaron y hubo una maravillosísima revelación, haciéndose uno solo.

A este milagro lo he bautizado como “La sacudida impredecible”


Esta sacudida tan poderosa como las reflexiones socráticas o el evangelio ateo de Nietzsche, se vino de la nada, de manera imprescindible y milagrosa, que reitero, mucho más allá de dañarme, sacudió mi corazón y mi conciencia.


V


Gracias a este hallazgo hermenéutico, a mi intelecto que me ha hecho interpretarlo de manera positiva en lo espiritual y existencial, que estos nuevos sagrados misterios revelados (mi milagro que se basa en mi razón y la metafísica y la realidad) se conjugan dialécticamente, no como lucha de contrarios, sino como complementos en esta vida concreta.
Me ha hecho pensar de manera radicalmente crítica, las cuestiones sociales y de una vez por todas poner fin a mis desvaríos existenciales.
Gracias de igual manera a la realidad, por lo que me tocó ver, pues no hay lugar a dudas que en mis reflexiones y lo que mis ojos vieron, me dio la fuerza y la vitalidad que necesitaba para hacer frente a mi existencia, tal como debió haber sido siempre. A quitarme la pesada carga que llevaba con tiranía y agresividad para tener retos y vivir con intensidad, pero a la vez con una humildad, pureza, sencillez, para el auto trascenderme, ser creador, y dar respuesta a muchos de mis cuestionamientos.


VI


¿Y qué sucedió con aquel fantasma?


Gracias a esta nueva visión, la realidad y “la sacudida imprescindible” cobraron un increíble efecto. Cuando dialogué con él, descubrí que me era mucho más de lo familiar y que aquel fantasma provenía de alguien había muerto. Como todo proceso vital todo cuerpo tiende a morir y este, murió prematuramente, pero jamás me enteré de su sepelio o si fue enterrado o no. Algunas voces me decían que murió entre varios, si bien los que les rodeaban aún estaban con vida corporalmente, sus espíritus estaban marchitos, es decir, “muertos en vida”. Otros señalan que la frustración y la falta de sentido los tienen como mórbidos autómatas, aunado a la primera hipótesis. Otros decían que se sacrificó en un acto de dar, aunque terminó en la peor de sus remisiones por el ser más amado, un acto de peor compasión, perdiendo su libertad. Pero lo que me comentó es que se debió a que perdió el control de las cosas, valores significativos, de su existencia completa, fue irresponsabilidad y poco valor para hacerle frente, le provocó tan desvarío que fue muriendo poco a poco, hasta caer su cuerpo, al no ser identificado por lo que convivía, salvo algún arlequín que abogaba por su nula existencia, su cuerpo quedó a la intemperie, inflándose y pudriéndose a la luz del sol. Al saber eso, tuve la suficiente fuerza para expulsar a ese asqueroso ente y en efecto se fue, no sé si fue por obra del absoluto, de la vida, de Dios, del Gran Arquitecto Del Universo o del demiurgo, este se desapareció, no sé si emigró a otros corpus, eso nuca la sabré, pero me dejó en paz. Cuando se esfumó se llevó consigo la idea del fantasma y todo aquello que me atormentaba.

VII

Al irse, dejó mi conciencia y mi corazón, puedo decir que soy libre, verdaderamente libre, que estoy solo y desamparado, que importa si me estoy dando la oportunidad de reconciliarme yo mismo, enriquecerme más, acumular mucha miel para que muchas manos me pidan, el poder ir a las alturas, gracias a esta “sacudida imprescindible” me ha hecho ver con optimismo y alegría la vida. Ahora sobre aquel cuerpo de ese fantasma, cuerpo putrefacto como comida para los buitres del pasado y del recuerdo. Se esfumo el más grande error de todos los errores, el más grande error provocado de mi pasado.

Dentro de mi siento el bailar y danzar de alegría y lo hago abiertamente sobre ese cuerpo, pues ese fantasma y ese cuerpo era, ¡¡¡el espíritu de la pesadez!!! y veo conmigo dioses rientes y danzantes, los conocí después como orgullo, astucia, intelecto, superioridad, humildad, fuerza, lealtad y valor y fidelidad a la tierra. Todos ellos danzando conmigo sobre ese cuerpo marchito, sembrando esperanza, dar vida a la vida, trazando mi porvenir, mi ignorancia del futuro me hace más feliz porque dispongo de muchas opciones para andar, porque soy libre y gozoso de mi, después de mi ocaso y soledad pueda aceptarlos como jamás los acepté, pueda amar como jamás amé, a extasiarme, a ver esta vida en sus momentos difíciles como una tragedia jocosa, pues el placer eterno supera con creces el carácter pasajero del sufrimiento. A luchar con firmeza mis ideas y reconocer mis errores hacer de la lealtad mi valor, de la agresividad y espíritu bélico mi medio, Ser y ponerme para mí, el más duro y frio de los optimismos…


Aquellos huesos que sobren de ese cuerpo, ya sea devorado por carroñeros o sino quedarán siempre como debió haber quedado ¡¡¡Al basurero de la historia!!!"

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